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La enfermedad (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

El caso de un paciente residente de una de las grandes
metrópolis norteamericanas. Asediado por las fuerzas
tormentosas de un trastorno bipolar de ciclos rápidos, el
paciente viajaba sin control alguno el
tobogán de la montaña rusa de sus afectos
circulares y extremos. Sin preámbulos, en un instante se
sentía que estaba cargado con energía
psíquica electrizante, expansiva, gloriosa y prodigiosa;
seguido por períodos de melancolía paralizadora,
durante los cuales las luces de las calles se obscurecían
en pleno día, y mientras los mismos duraran, su
reflexión en el espejo se tornaba irrealista, deformada y
fantasmagórica. Este paciente, un escritor talentoso,
solía utilizar (cuando la parálisis mental de la
que padecía no se lo impidiese) sus talentos creativos
para consignar sus experiencias penosas a un diario secreto que
mantenía, ocultando su agonía a todos los
demás. (Aquí recomendamos: Darkness Visible: A
Memoir of Madness
por W. Styron).

Fue, en una ocasión, cuando habiendo comenzado a
responder al tratamiento específico para su
condición, que empezara a ponderar con amarga
resignación los tantos problemas
serios que infestan a su ciudad: el crimen, la corrupción, la suciedad y el abandono
urbano. Las drogas y
la pobreza, la
falta de un sistema coherente
de salubridad pública, las injusticias
socioeconómicas, los políticos y los
policías dedicados a la malversación (en caso de
que haya dudas, en este punto, y para clarificar confusiones: la
ciudad es Chicago). Todo en concierto gravitando robustamente
contra sus esfuerzos a sanarse, o a ponerse bien (como se dice en
"spanglish"). Porque es que, cuando la enfermedad mejora,
cuando el paciente puede percatarse de las realidades inmensas
con las que tiene que contender. Lo que significa, aunque no lo
parezca, un paso en la dirección de curarse.

El iceberg como metáfora de la
corrupción del
político…

El otro caso es más inmediato en su proximidad
física. Se
trata de una joven depresiva cuyo tratamiento procedía en
una trayectoria irregular, con muchos desvíos y con
retrogresiones frecuentes. Se quejaba, de que además del
hecho de "tener que aparentar ser feliz" para complacer a otros,
de que ella se había "tragado", con la resignación
estoica y característica de su medio
ambiente, todas las miserias, similares a las que se
refería el paciente de Chicago además de la local,
e injustificada, falta crónica de la energía
eléctrica — Esta última carencia, el paciente
de Chicago, consideró una situación insólita
cuando se la mencionáramos a él. (Véase mi
ponencia en los Efectos Físicos y Psicológicos
de los Apagones
).

Puede que tengamos la evidencia necesaria y suficiente,
para decir que una ambliopía o ceguera parcial forma parte
intrínseca de la alegoría enfermiza, dominicana,
cuando se habla, metafóricamente de la enfermedad de la
reelección — de la que nuestros políticos
padecerán para siempre — ya que todos anhelan
retornarnos al "trujillato" de otrora. (Véase mi
artículo: El Plexo "Soliar").

Es todo.

Ahora continuaremos con esa otra metáfora
revestida como enfermedad.

La Obesidad una
Aflicción Pertinaz y Terca

Dr. Félix E.F. Larocca

Julieta, una paciente a quien conozco por unos
años y quien reside en el bello y frígido estado de New
Hampshire se comunica conmigo vía el Internet. Me escribe
"…luego de retornar a mi casa, yo seguí
adhiriéndome al ‘Plan’ de
comer que Ud. me prescribió. Caminaba a paso rápido
por lo menos dos kilómetros al día, visitaba el
gimnasio por una hora —- tres veces a la semana y seguí
perdiendo más peso, del que perdiera, cuando estuve bajo
su supervisión directa hace ya unos tres
meses. En total, cuando salimos para Inglaterra a ver
a los parientes de mi marido, ya había perdido 62 lb.
Entonces pasó algo que debo confesar con mucha
vergüenza. Utilicé el pretexto de que sería
poco cortés no aceptar los manjares y golosinas que se nos
ofrecían, donde quiera que estuvimos, y comencé a
comer, a tomar vino con las comidas y a no caminar o hacer
ningún ejercicio — en cuatro semanas ya he recuperado
casi 20 lb. Estoy fuera de control y no puedo parar.
¡Ayúdeme por favor! ¡Ayúdeme antes de
que sea muy tarde!"

El tono y el contenido de esta carta son muy
tristes (pero comunes) para quienes sufren del sobrepeso;
así lo es, porque expresa, de modo elocuente cuán
difícil es el perder el peso adquirido, de modo permanente
y final.

Nuestro sistema y nuestro Plan para controlar el
sobrepeso toman en cuenta el hecho de que nuestra afinidad y
apetito por ciertas comidas representan por lo menos dos millones
de años de selección
adaptadora para nuestra especie. No solamente son nuestra
capacidad de comer (y nuestro estilos) predeterminados, sino que
también (paradójicamente) lo es nuestra capacidad
para el sobre-comer — como lo atestiguan las tendencias
universales de dar banquetes y de celebrar festividades
gastronómicas para toda ocasión.

De acuerdo con los números suministrados por el
Centro Nacional de Estadísticas de la Salud de los Estados
Unidos de Norteamérica, casi 64.2% de los
hombres adultos y 67.1% de las mujeres adultas en los EE.UU.
pesan más de un 20% de lo que se considera prudente. Pero,
lo que es verdaderamente extraordinario — como tanto repetimos
— es que la obesidad persista a pesar de
"estándares" de moda y de belleza
que menosprecian a los gordos. A pesar de los esfuerzos
intensivos de educar a poblaciones susceptibles de los peligros
de la gordura, y a pesar de una industria de
billones de dólares anuales dedicadas a la aptitud
física y al control del sobrepeso.

Puede que todo estos esfuerzos hayan fallado porque por
la mayor parte del tiempo durante
el cual nuestra especie ha campeado en este planeta, lo que
evitó en realidad que engordáramos fue la falta de
comida.

Ya que la comida siempre solía ser escasa — en
tiempos pasados — nuestro cuerpo desarrolló una eficiencia
adaptiva extraordinaria por medio de la cual convierte el exceso
de comida en grasa, la que deposita en sitios designados como en
los senos, el abdomen, las caderas, la región
glútea y en los muslos.

De ese modo nuestro organismo ahorra (y retiene) 98% de
las calorías que no son usadas para las
necesidades metabólicas inmediatas.

Si careciéramos de qué comer, entonces, el
fenómeno descrito en el párrafo
anterior no tendría lugar.

Fernando Botero

Lo peor que nos sucede es que el cuerpo del ser humano
está dotado con la habilidad de volverse más
eficiente desde el punto de vista del metabolismo
convirtiendo comida en depósitos grasos cuando la
cantidad de alimentos es
reducida.

En otras palabras, que, de una manera perversa,
también podemos engordar como consecuencia de pasar
hambre.

Por esa razón el acto de ponerse a dieta
condiciona al cuerpo a transformarse en una máquina
más eficiente en la distribución de sus alimentos. En
consecuencia, las personas que hacen dietas persistentemente se
hallan a sí mismas empujando una roca cuesta arriba —
una roca más pesada cada vez… (Véase El
Sistema Fiduciario
publicado en este importante
boletín).

En los tiempos paleolíticos nuestros antepasados
carecían de reservas comestibles constantes. Ellos
tenían que caminar, correr, excavar y cargar para extraer
los frutos de la Naturaleza. Lo
que acoplado al hecho de que nuestros animales
domésticos eran más delgados y los vegetales
más pequeños reducían la cantidad excedente
de calorías consumidas siguiendo nuestra estrategia
alimenticia.

Nosotros, hoy, hemos perdido la razón primordial
para comer en exceso. Porque tenemos más comida de la
cuenta.

Durante las Pascuas, los dominicanos, como tantos otros
hacen, no emergen de un período de meses de escasez de comida
y de hambre, necesitando comer críticamente para rellenar
las reservas agotadas. Nosotros llegamos a las pascuas muy bien
alimentados. Y, hablando en sentido nutritivo, las festividades
de pascuas y navideñas, las celebraciones de bodas, los
cumpleaños y los banquetes en general, constituyen
ocasiones durante las cuales se eleva nuestro consumo de
comida de: más de lo bastante, a demasiado por
encima, de lo necesario… con las consecuencias negativas de
la gordura. (De esto ya hemos hablado en El Conflicto de
las Pascuas
).

Yanomamis. Encuentren los
gordos…

La razón por la que nuestra especie parece
engordar tan fácilmente puede que sea muy
simple:

La selección natural nunca tuvo una oportunidad
para disponer y descartar a aquellos que tendían a comer
tanto que se volvieron obesos y dañaron sus arterias y su
corazón. (Véase: Our Kind por
M. Harris).

La tendencia a engordar puede percibirse como un defecto
hereditario en nuestro cuerpo que ha persistido en un
período de mayor pasividad y sedentarismo, y en una
época en la cual la densidad y el
contenido calórico de nuestra comida se han incrementado
enormemente.

Hagamos un paréntesis y hablemos de lo que
realmente nuestro cuerpo necesita para ajustar y
vivir:

Además de aire y de
agua, nosotros
tenemos que consumir 41 substancias:

La naturaleza (actuando de un modo distinto de lo que ha
hecho con animales que se llaman "especializados") nos ha dado a
nosotros libertades extremas para obtener los elementos
esenciales para sobrevivir. Para eso nos hizo omnívoros.
Nosotros combinamos una variedad de hojas, vegetales, frutas y
carnes para subsistir.

Nuestra vida se complica. Nosotros sabemos que la
estrategia alimentadora de ciertos grupos humanos se
adapta de modo eficaz a las condiciones climáticas y
ecológicas locales. Los esquimales viven casi
exclusivamente de la grasa animal, del pescado y de la carne. Los
habitantes del desierto Kalahari viven casi exclusivamente de
raíces y de vegetales. Los japoneses y los habitantes de
la Polinesia consumen mucho pescado y arroz. Los habitantes de
algunos países europeos consumen leche y
lacticinios en abundancia. Los chinos consumen mucho arroz, no
leche y poca carne. Los rusos en algunas regiones mucho trigo. En
la República Dominicana — con la variedad inmensa de
vegetales — la profusión de frutas, la presencia de
pescados y crustáceos (tanto de agua dulce como del mar),
con tantas aves y con
tantas hojas verdes que crecen todo el año; uno puede
concluir que nuestra dieta es abundante, estable y que engordar
tomaría mucha dedicación y esfuerzo — pero se
logra — ya que el dominicano prefiere las "sopitas", los dulces
y las grasas por
encima de cualquier otra forma de comer.

Ninfas rellenando la cornucopia:
Metáfora del comer…

Así resulta todo en la obesidad del ser humano.
Para tratarla uno tiene que entender que las personas afligidas
con esta condición sufren de de-regulaciones
hipotalámicas y que el insistir de ellas que dejen de
comer o que reduzcan su dieta pueda conducir a resultados
paradójicos y negativos.

La prevención sería el primer paso, luego
la
educación y, finalmente el habilitar al obeso con los
instrumentos y con los medios de
soporte necesarios para lograr su meta.

Lo que no siempre es fácil, porque perder de
peso, es como aprender otro idioma…

Bibliografía

Se suministra por solicitud.

 

Dr. Félix E. F. Larocca

Partes: 1, 2
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